El blog de Rosa, vol. 1

Hola queridos y queridas followers, después de una larga pausa regreso con ustedes en este blog / diario personal.

Para lxs nuevxs, me presento: soy Rosa Márquez, estoy en mis treintas, soltera, trabajo en un banco, tengo una gata blanca llamada Tormenta, de esas con la cara chata, pero es rescatada. Bueno, la rescaté de mi ex. Es lo mismo.

Soy una persona muy privada, por no decir insegura. Y una de mis inseguridades es mi físico, por eso solo me comunico con ustedes por texto. Al principio pensé que no iba a jalar, pero veo que muchxs han regresado así que, ¡sigamos!

Si quieres hacerte una imagen mental de mí, te invito a que te imagines a Ana de Armas en Blade Runner

Tenía mucho de no escribir, y más que por otra cosa, creo que es porque no me había pasado nada interesante. O interesante para ustedes, al menos. Sé que estuvieron muy picadxs con mi breakup, pero ya lo superamos. Ustedes y yo.

Pero hoy regreso con ustedes porque ahora sí me pasó algo interesante. Más que interesante, hasta creepy. ¿Sobrenatural? No sé, lxs dejo a ustedes opinar.

Resulta que ayer venía de regreso del trabajo a mi casa; tuve que caminar un tramo porque mi carro se fregó, así que tomé el transporte público y me deja a unas cuadras de mi casa. Lo cual no es problema, estoy jodida de las rodillas pero todavía puedo caminar. Creo. Espero. 

Total, que vengo caminando, SOLA, como siempre al pendiente de mis alrededores para que no se me atraviese un viejo creepy a molestarme. Y sí había un viejo creepy, pero no se me atravesó. Me atravesé yo en su camino. Prácticamente me tropecé con él. 

Estaba tirado en el piso.

Primero no sabía si estaba vivo o muerto. Pegué un grito, me hice para atrás y casi me caigo porque me tropecé con una tubería salida (gracias, infraestructura pública, cof cof…). Con el ruidazo que hice, el viejo creepy se movió. (Ya voy a dejar de decirle así, pobre señor). “Bueno, está vivo”, pensé. 

Volteó hacia mí, nos miramos a los ojos (no de forma romántica, ¡cochinx!), y me dijo algo, pero no escuché. ¿Babas? ¿Fabas? 

Normalmente esa calle es tranquila, pero ahora sí se pasaron de lanza, no había nadie más en la calle. Solo el pobre señor y yo.

Con todo, me ganó la curiosidad y me acerqué, mientras el pobre señor seguía repite y repite su balbuceo. Cuando ya estaba a pocos centímetros de él, el maldito agarró fuerzas de no sé dónde y me agarró con fuerza la muñeca.

“¡Río Balsas 249!”, me gritó. Y me escupió. ¡Puaj!

“Señor, ¿está bien?”, le dije. “¿Le llamo a alguien?” Neta, ¿qué se hace en estos casos? Esto no lo enseñan en la escuela.

Pero el pobre hombre estaba como fuera de sí, solo repetía y repetía la dirección: Río Balsas 249.

“¿Quiere que lo lleve ahí?”, le pregunté, mientras pensaba, no tengo idea cómo jajajaja porque ni tengo carro, pero a ver qué dice. Y en eso:

“¡NO! ¡NOOOOO!” Oooh, pues, quién lo entiende señor, ¿entonces qué quiere?

Y estaba a punto de preguntarle, cuando me soltó la muñeca, se le fueron los ojos para atrás y ¡pum! Cayó muerto. En la calle.

Y ahí me di cuenta de dos cosas:

Una, que mi corazón me estaba latiendo tan fuerte que pensé que me daría un infarto.

Y dos: que el señor tenía una herida ENORME en el estómago.

Y había sangre, mucha sangre.


Soy una persona muy indecisa, así que necesito tu ayuda. ¿Qué hago ahora? Porque claro que sí, estoy sentada en la banqueta escribiendo esto, decidiendo qué hacer. 

Ayúdame a decidir: ve a mi cuenta falsa: https://www.instagram.com/villarrealmonn/ y vota por una de las respuestas en el poll.

Saliendo de esta crisis te cuento más de mi perfil falso (Mónica Villarreal, “arquitecta, escritora y maestra” LOL) 



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