Resuelve conflictos sin drama: cómo discutir con inteligencia emocional

¿Cuándo fue la última vez que fuiste parte de una discusión? ¿Te acuerdas cómo lo manejaste?

Si eres como yo, probablemente evites el conflicto a toda costa. Pero la realidad es que los conflictos no son algo que debemos evitar, sino aprender a afrontar como persona madura y emocionalmente responsable. 


Conflictos cotidianos: ejemplos del día a día

Aquí te dejo algunos ejemplos de conflictos (reales o hipotéticos, nunca lo sabrás, muajaja):

  1. Un estudiante está enojado con sus compañeros porque están avanzando en la presentación final comunicándose por separado, sin avisarle. Siente que lo están dejando fuera y que no le están dando la oportunidad de aportar.

  2. Un jefe estaba molesto con su colaboradora porque ella no le estaba comunicando sus actividades del día a día de la forma como él esperaba.

  3. Una persona está frustrada con su amigo porque le volvió a cancelar de última hora el plan de verse.

  4. Un emprendedor está molesto con su socio porque no está de acuerdo en hacer una inversión grande para su negocio. Uno cree que les ayudará a tener más alcance, mientras que el otro siente que se pondría en riesgo su operación si usan ese flujo.


Cómo NO manejar un conflicto

Hay muchas formas de responder a estas situaciones, pero no todas tienen el efecto que queremos. Por ejemplo:

  • Responder de forma pasivo agresiva: el primer instinto del alumno podría ser poner algo pasivo-agresivo en el grupo donde están todos; algo como “Gracias por avisarnos, eehh..”

  • Escalar la situación: el jefe podría ir con su superior y pedir que despidan a la colaboradora porque no está cumpliendo con sus expectativas.

  • No hacer o decir nada: la persona podría preferir no decirle nada a su amigo, quizás porque entiende que han sido situaciones fuera de su control; o quizás simplemente porque no quiere “hacerla de tos” por algo tan bobo.

  • Responder de forma impulsiva o agresiva: el emprendedor podría desesperarse tanto que termina gritándole a su socio enfrente de sus colaboradores.


Efectos secundarios de una respuesta inadecuada

¿Qué pasa con estas respuestas? Aunque son muy comunes, realmente ninguna está resolviendo el problema. Corramos la película:

  • Después de la respuesta pasivo-agresiva, quienes estaban trabajando en la presentación, MENOS van a querer invitarlo a trabajar con ellos. Desde su punto de vista, “nosotros estamos haciendo todo, y todavía nos la ponen más difícil”

  • Después de escalar la situación, el jefe pudo haber despedido a la colaboradora, pero muy probablemente la siguiente persona tendrá un tema similar, porque nunca aprendieron a comunicarse correctamente.

  • Al no hacer o decir nada, el resentimiento crece cada vez más, hasta que la persona deja de buscar a su amigo para hacer planes, y la amistad se disuelve poco a poco.

  • Al responder de forma impulsiva o agresiva, lo único que logró el emprendedor es que su socio se enojara más, le gritara de regreso, haciendo un oso enfrente de sus empleados y obviamente sin hacer el gasto que el emprendedor quería.

Cómo ser the bigger person en un conflicto

¿Qué le recomendaría yo a las personas de nuestros ejemplos?

Al alumno que siente que lo dejaron fuera, le recomendaría que escriba en el grupo donde están todos; algo como:

“Hola, quiero decir algo porque me siento un poco fuera del proceso y creo que es un tema de comunicación. Sé que todxs queremos que la presentación salga bien y que no fue con mala intención, pero honestamente me sentí excluido al darme cuenta de que algunas cosas avanzaron sin que todxs estuviéramos enteradxs.

Entiendo que a veces es más fácil hablar en privado, pero si seguimos trabajando así, puede haber malentendidos, información duplicada o incluso que algunas partes queden incompletas. Creo que es importante usar este grupo para que todxs estemos en la misma página y podamos aportar.”


Al jefe que está molesto con su colaboradora, le recomendaría hablar primero con ella antes de escalarlo con su superior. Podría decirle algo como:

“He sentido que en las últimas semanas has estado manejando varias cosas por tu cuenta, y aunque sé que tienes toda la capacidad y experiencia para hacerlo, hay ciertos temas en los que me gustaría que tuviéramos más comunicación. Por ejemplo, ayer tuviste una junta con un maestro y no supe hasta después, sin haber tenido contexto sobre en qué quedaron. Me preocupa porque si me preguntan sobre algo y no tengo la información, el que queda mal soy yo, y creo que es importante que estemos alineados.

Más allá de eso, también quiero que sientas la confianza de pedirme consejo o apoyo cuando lo necesites. No quiero que sientas que tienes que reportar cada cosa, pero sí me gustaría que tomemos las decisiones juntos cuando es necesario. 

No tiene que haber mucho protocolo; un mensaje rápido o que pases a mi oficina antes o después de una junta clave es suficiente para que estemos en sintonía. Y de mi lado, me comprometo a hacer lo mismo contigo: tocar base y mantenerte informada de lo que tiene que ver contigo, porque sé que he estado ocupado y quizá eso también ha hecho que no sientas la confianza de acercarte.”


A la persona a la que le ha cancelado varias veces su amigo, le recomendaría decirle algo, tal vez como esto:

“Amigo, sé que estas últimas semanas han sido complicadas para ti y lo entiendo. Solo quería comentarte algo porque ya van varias veces que me cancelas a última hora, y aunque sé que no es con mala intención, la verdad sí me agüita.

Por un lado, porque realmente tengo ganas de verte, y por otro, porque hoy cancelé otros planes para priorizar este y al final me quedé sin nada. Creo que me ayudaría mucho si pudiéramos confirmar con más seguridad aunque sea un día antes, o si prefieres, podemos esperar a que pasen estos días pesados y agendar en otro momento cuando estés más libre.

¿Qué opinas? Te tqm y no quiero que esto se sienta como reclamo, solo quiero encontrar la forma de organizarnos mejor.”


Al emprendedor, primero que nada le diría que se tome un break, que vaya por un café o una Coca al Seven, respire hondo, se calme, y luego le podría decir a su socio algo como esto:

"Sé que estamos apretados de flujo, y entiendo tu preocupación por no comprometer los gastos de la empresa. Al mismo tiempo, creo que esta inversión nos ayudaría a llegar a más personas y generar más ingresos a mediano plazo. 

En lugar de aferrarme a esta idea en específico, quiero dar un paso atrás y analizar contigo cuál es el problema que estamos tratando de resolver con este gasto. ¿Existen otras formas de lograr lo mismo sin afectar tanto el flujo? Me gustaría que viéramos juntos diferentes opciones y tomáramos la mejor decisión en equipo."


¿Qué tienen en común estas respuestas?

Independientemente del contexto, todas estas respuestas comparten principios clave para manejar conflictos de forma efectiva. Aquí te dejo algunos consejos que yo aprendí de mis mentores en Armstrong Instructores:

  • Se habla el tema lo antes posible. No se deja que el resentimiento crezca ni que el problema se haga más grande de lo necesario.

  • Se enfoca en el problema, no en la persona. No hay ataques personales, solo una conversación sobre lo que pasó y cómo solucionarlo.

  • Se plantea como un problema en equipo. No es “tú contra mí”, es “nosotros contra el problema”. La meta es resolver, no ganar la discusión.

  • Se evitan los absolutos. Frases como “siempre haces esto” o “nunca te importa” solo generan más defensiva y cierran la conversación.

  • Se busca una solución en conjunto. No se trata de imponer una idea, sino de explorar opciones y encontrar un punto medio que funcione para ambos.

  • Se mantiene la calma. Si el enojo está muy presente, se toma un momento antes de hablar para evitar decir algo de lo que luego haya que arrepentirse.

  • Se reconoce la perspectiva de la otra persona. No significa que estés de acuerdo, pero sí que entiendes su punto de vista y lo validas antes de responder.

  • La comunicación es clara y directa. Sin rodeos innecesarios, sin drama extra, sin suposiciones. Solo lo que es.

  • Se deja abierta la conversación. No es una queja al aire ni un ultimátum. Es una invitación a mejorar la situación juntos.


¿Y si la otra persona no coopera?

A veces, por más que intentemos manejar un conflicto de forma madura, la otra persona simplemente no reacciona bien. Puede ponerse a la defensiva, minimizar el problema o incluso responder de manera agresiva. Ahí es cuando tenemos que recordar que no podemos controlar cómo actúan los demás, pero sí cómo respondemos nosotros.

Si elegimos no caer en el juego y mantenernos en modo solución en lugar de agravar el problema, poco a poco la dinámica puede empezar a cambiar. Nuestra reacción marca el tono de la conversación y, aunque no garantiza que la otra persona cambie, sí nos permite establecer límites y evitar que la situación se salga de control. Lo más importante es saber que hicimos nuestra parte de la mejor manera posible y, si la otra persona no está dispuesta a comunicarse, decidir hasta dónde queremos involucrarnos.


En conclusión…

Los conflictos no tienen por qué ser incómodos o destructivos. De hecho, cuando se manejan bien, pueden fortalecer relaciones y mejorar la comunicación. La clave está en abordar los problemas con claridad, empatía y una mentalidad de colaboración, en lugar de verlos como una lucha de poder.

La próxima vez que te enfrentes a un conflicto, prueba alguna de estas estrategias y observa cómo cambia la dinámica.

¿Cómo has manejado un conflicto recientemente? Me encantaría conocer tu experiencia.


Siguiente
Siguiente

El blog de Rosa, vol. 1